Casi no nos reconocimos. Vos estabas con tu pareja y yo con la mía. Nos separaba y nos unía un abismo de años, recuerdos y muertos en común. Nos abrazamos un instante sin que dijeras una sola palabra. Y yo tampoco. En ese abrazo fugaz volvimos a ser dos amantes jóvenes, con serias pretensiones de incendiar el mundo. En silencio cada uno reanudó su camino. Mi sonrisa quedó en esa esquina por mucho más tiempo del que hubiera querido.
Manolo
Mi amigo está preparando el carbón.
Le alcanzo un vaso de vino.
Cachito poné música me dice,
mirándonos a través del fuego.
A veces la felicidad está tan cerca que asusta
La gata me mira
directo a los ojos,
buscando algo adentro mío.
Con ella,
es mucho más lo que no entiendo.
Nuestra mutua ajenidad
es lo que más nos une.
Lo veía ausente
allá lejos.
Cada uno en sus cosas.
Yo en las mías.
Él en las suyas.
Fue una llamada
un hola
un comentario.
Mientras hablábamos
yo sólo pensaba,
me volví a acordar,
pero cómo
cómo lo quiero
a este tipo.
A veces no me doy cuenta
de que estás por ahí.
Me llenas los talones de mordiscos
simplemente para que no me olvide
de que estás,
de que estás por ahí.
Los chicos
que ya no son chicos
se ríen y me toman el pelo.
Es su manera de demostrarme afecto,
quizás yo haya hecho lo mismo con ellos.
Hacen alianza y por un rato los siento más cerca.
Mi mujer exagera la risa.
Se prende en los chistes.
A mí me toca hacerme el ofendido
y abrazarlos.
Día a día
siento cómo se están yendo.
Ellos deben sentir lo mismo.
Que si fui al médico,
si ya tomé tal o cual remedio.
En algún momento de nuestra historia
yo lo hacía con ellos.
La mitad de
un melón
partido al medio
abierto
ansioso
esperándome.
Hundo mi cara en su dulzor,
en medio la pulpa, las semillas,
la carne.
Me sumerjo en su almíbar
espeso e inevitable.
La comunión con Dios
debe ser sólo una metáfora
de este encuentro.
¿Cuánta agua cabe en una mano?
Una palma abierta a la noche y la tormenta.
¿Qué cantidad de gotas forman un charco?
Un océano palpitando en mi diestra.
Cobijar la tormenta con el cuerpo empapado,
mientras ella me abraza
impidiendo mi desborde.
buscando bajo el agua
con los pies,
quizás me encuentre con una mandrágora.
Barro, arena, algún caracol,
alguna joya perdida
o el borde
afilado de una botella rota.
buscando bajo el agua
con los pies,
quizás me encuentre con una mandrágora.
Barro, arena, algún caracol,
alguna joya perdida
o el borde
afilado de una botella rota.